09 Feb Gracia Baptista, una monja pionera en la historia de la música
La importancia de Gracia Baptista en la historia de las mujeres en la música es incuestionable. Primero, porque es la autora de la primera obra atribuible a una mujer en España y en Europa; y segundo, porque esta pieza aparece en el primer volumen de una compilación musical publicada en 1557 por Luis Venegas de Henestrosa (ilustre compositor del Siglo de Oro) titulada “Libro de cifra nueva para tecla, harpa, y vihuela”, donde figuran los compositores más reputados de su tiempo, todos hombres, exceptuando a “Gracia Baptista, monja”, que es como la menciona Venegas.
La composición de Baptista incluida en el libro de Venegas lleva por título “Conditor alme”. Se trata de una pieza polifónica, compuesta para tres voces. Y una versión del himno de Adviento “Conditor alme siderum, aeterna lux credentium”, una obra atribuida a San Ambrosio.
A partir de aquí, poco o nada se conoce de la vida de Gracia. Ni sus fechas de nacimiento y muerte, ni sus orígenes (algunos estudiosos apuntan a Ávila), ni en qué convento vivió, Nada. La vinculación de Luis Venegas con la Iglesia podría dar una pista de su interés por la obra de esta religiosa. Además de clérigo, Venegas fue durante un tiempo miembro del séquito del cardenal Tavera, por lo que es probable que en algún momento conociera personalmente a la compositora o, simplemente, llegara a saber de su talento musical.
Baptista no fue una excepción
A pesar de que la obra de Gracia Baptista es una de las pocas piezas publicadas que se conservan de una compositora española en aquellos siglos renacentistas, no fue una excepción en el mundo medieval y renacentista. Entre los miles de conventos de Europa, muchas mujeres dedicaron su vida a la oración y desarrollaron algún talento artístico. Iluminadoras, escritoras, científicas y también compositoras.
Por desgracia, tomar los hábitos era la única vía que tenían las mujeres para desarrollar una carrera musical y, aun así, esta función fue duramente criticada.
Dado que por lo general los conventos tenían sus propias teclistas y no dependían de intérpretes externos para los oficios del día a día, parece lógico suponer que muchas de estas monjas adquirieran una gran destreza con el instrumento. De hecho, es más que probable que, además de interpretar, compusieran sus propias obras, hoy desaparecidas o esperando pacientes a ser descubiertas.