Ojalá fuese cierto que cada día es 8 de marzo; que diariamente nos llaman, nos contratan y nos dan voz y altavoz; que todos los días hombres y mujeres de la industria de la música declaran orgullosamente trabajar por la igualdad sobre los escenarios, frente a ellos y detrás de ellos: en los despachos y oficinas, en los estudios, en las salas de conciertos, en los medios de comunicación… sin embargo, la realidad es tozuda y nos insta a usar de nuevo, solo con pequeñas variaciones, los manifiestos de los anteriores 8 de marzo.
Según el informe Global Gender Gap 2020 del Foro Económico Mundial, el crecimiento en igualdad es tan lento que ninguna de nosotras veremos con nuestros propios ojos la paridad de género, y probablemente tampoco lo harán nuestras hijas. El informe revela que la paridad de género, en su ritmo actual de crecimiento, no será posible antes de 99,5 años.
Aunque las mujeres somos las grandes consumidoras de cultura, de música, teatro, libros, cine y exposiciones, la cultura está dirigida mayoritariamente por hombres. El número de mujeres en la industria de la música sigue siendo minoritario en los puestos de mayor salario y responsabilidad. Los trabajos a los que logramos acceder están marcados por la temporalidad, la incertidumbre y la baja remuneración, pese a tener el mismo nivel de capacitación o incluso superior.
Hay un porcentaje que se replica como un virus: el 70% versus el 30%. El 70% de las plantillas integradas por mujeres y solo el 30% de ellas ocupando puestos de decisión; el 70% de los cargos de dirección asumidos por hombres frente al 30% de mujeres en ese mismo nivel, un efecto espejo invertido que lo impregna todo.
Las mujeres copan las universidades, superando el 60% de alumnas, que obtienen además resultados más brillantes. Sin embargo, eso no se traduce en un mayor nivel de representatividad en el ámbito profesional.
Como dicen algunas compañeras de la cultura, frente a los “terraplanistas” que niegan la desigualdad de género resulta imposible mostrar la injusticia real hacia a las mujeres.
Ahora más que nunca, cuando algunos pretenden ignorar y falsear la realidad, involucionar y retrotraernos a tiempos pasados y a ignorar logros culturales, sociales, políticos y laborales ya ganados, necesitamos que cada día sea 8 de marzo, que no desistamos ni desfallezcamos en la lucha por nuestros derechos.
La música es una de las más poderosas herramientas de manifestación, educación y transformación, que todo lo empapa, que está en todas partes y en todas las artes. Hagamos de la música nuestra arma.